Arzobispado de Puerto Montt

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La novedad de la Pascua

Para el antiguo pueblo de Israel, la celebración anual de la pascua no era sólo un motivo de festejo nacional sino también un imperativo existencial, pues en ella cada uno de los habitantes se reconocía parte de un pueblo bendecido por Dios, que los había liberado de la esclavitud en Egipto, les había regalado una tierra de donde manaba leche y miel, y había sellado con ellos una alianza.

Para los cristianos, la celebración de la pascua se vincula con la experiencia del pueblo de Israel, pero adquiere un horizonte distinto, ya que se reconocen herederos del pueblo de Israel, pero reelaborados desde la originalidad de la pascua vivida por Jesús de Nazaret en la ciudad de Jerusalén. Aquí se expresa la liberación de la esclavitud de todo aquello que oprime al ser humano: el odio, la violencia, el abandono, el pecado, la soledad, la tristeza y la muerte, para acercarse a una nueva tierra prometida que se expresa ahora en la plenitud de vida que se adquiere por la gracia de Dios, a través de una nueva alianza sellada entre Dios y la humanidad por medio de la sangre derramada por Jesús en la cruz.

Por este motivo, todos los años dedicamos 50 días para hacer presente en nuestras vidas la importancia y la centralidad que tiene la pascua de Jesús para nuestras vidas. ¿Y por qué tanta relevancia? El hecho sorprendente e inédito de la pascua de Jesús es que, así como el pueblo de Israel transitó hacia la libertad pasando por el Mar Rojo, así también Cristo, llevando con él a toda la humanidad, transitó de la muerte a la vida en su resurrección.

De esta forma, la resurrección de Cristo se convierte en el hecho más sorprendente y relevante de la historia de la humanidad, porque viene a evidenciar la nueva condición a la cual todos podemos aspirar en la medida que permanecemos unidos al protagonista de estos acontecimientos.

Por este motivo, cada vez que celebramos la Pascua, ponemos nuestra atención en el triunfo de Cristo vivo sobre la muerte, lo cual nos abre una ventana de esperanza que nos ayuda a superar nuestras fragilidades y temores. Celebrar la Pascua es reconocer que en Cristo el amor es más fuerte que el odio, la paz vence a la violencia y la vida, que hemos recibido de Dios, supera a la muerte derrotada en la resurrección de Cristo. De allí, entonces, que el tiempo pascual sea el tiempo de la alegría reposada y victoriosa, pues la humanidad siempre tiene otra oportunidad.

 

+ Fernando Ramos Pérez

Arzobispo de Puerto Montt