Arzobispado de Puerto Montt

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De la paz y la violencia

Ya lo decía el libro del Éxodo de la Biblia, para referirse al pueblo de Israel, que era un pueblo de dura cerviz (Ex 32,9), indicando de esta forma la resistencia que ponía a la voluntad de Dios y a sus enseñanzas. Esta interpretación sobre el pueblo de Israel, en realidad es una expresión que logra sintetizar la cerrazón mental que muchas veces tenemos los seres humanos.

Hay situaciones humanas en donde se expresa con mayor nitidez esta característica. Una de ellas es el manejo de la violencia y la construcción de la paz. Para nadie es indiferente vivir en paz. Sin embargo, la historia de la humanidad está plagada de guerras y actos violentos. Lo curioso es que parece que no aprendemos o no queremos aprender que siempre el camino de la violencia es la peor elección que podemos hacer, pues deja una secuela enorme de dolor y sufrimiento.

Hace un par de semanas, nos enteramos que, desde la franja de Gaza, la agrupación denominada Hamas había lanzado miles de cohetes explosivos sobre el territorio israelí, así como también había invadido y atacado lugares habitados por civiles. La respuesta de Israel no tardó, atacando con innumerables bombardeos a esa zona, en tanto que se disponen a invadir Gaza.

El resultado es conocido por todos: miles de muertos y heridos en ambos lados del conflicto, familias destruidas y casas, edificios y hospitales reducidos a escombros. Pero detrás de una aproximación cuantitativa, siempre nos encontramos con rostros concretos de mujeres, niños, hombres y ancianos que dejan entrever el horror de lo que han vivido en sus seres queridos o en carne propia.

Por eso nos preguntamos, ¿es que no aprendemos la lección? ¿cuándo vamos a comprender que la guerra y la violencia no son la solución? Las agudas desgracias que viven estos pueblos, y tantos otros en otras latitudes, nos invitan a la reflexión y a tomar en serio que el compromiso por la paz es algo que nos compete a todos y que todos hemos de trabajar para construir una sociedad en donde se erradique la violencia.

Con estupor vemos cómo en nuestro país crece la sensación de inseguridad no sólo por la acción del crimen organizado, que no tiembla en utilizar la violencia para conseguir sus objetivos al margen de la ley, sino también porque a veces no sabemos resolver los conflictos de modo pacífico. Por eso el compromiso por la paz y la utilización de medios pacíficos debería ser la única opción válida y genuinamente sensata para construir una sociedad que respete la dignidad de todos.