Arzobispado de Puerto Montt

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Hoy, cual liturgia dominical, somos convocados una vez más a participar en el solemne acto de sufragar para elegir un nuevo Presidente de la República, renovar la mitad del Senado y la totalidad de la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile. Es un momento importante para nuestro país, pues permitirá elegir una parte significativa de las nuevas autoridades políticas de la nación.

Es posible que uno no tarde mucho tiempo al ir a votar, pero el pequeño gesto de elegir a alguien en la papeleta tiene la virtud de generar entre todos nosotros un sentido de pertenencia, algo mucho más grande que la individualidad de cada uno de nosotros. En el voto, nos hacemos iguales o poseemos la misma dignidad. El peso del voto del más rico, del más inteligente, del académico o profesional es igual al del campesino, del trabajador, del pescador o del guardabosques. Todos nos reconocemos con el mismo poder de emitir nuestro parecer, lo que ciertamente traerá consecuencias para todos.

   

¿Cómo debo votar? ¿cuáles son los criterios que debo tener en consideración para cumplir con este acto cívico? Para algunos, ir a votar es simplemente cumplir con la obligación de la ley. Para otros, votar significa bregar para que mis intereses y el de los que son parte de mi grupo de pertenencia, prevalezcan en contra de otros intereses. Para otros, mediante el voto se puede incidir en el rumbo que tome la sociedad de la que uno forma parte.

Hace poco el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile invitó a tomar en serio lo que significa participar en este proceso eleccionario: “En este contexto, los cristianos estamos llamados a formarnos con criterios bien fundamentados y a conocer la enseñanza de la Iglesia, para discernir con responsabilidad y evaluar las propuestas de los candidatos a la luz del bien común. Respetando la conciencia personal, invitamos a reflexionar con respeto mutuo y apertura al diálogo sobre los valores que mejor promuevan la vida digna en todas sus dimensiones: desde el niño por nacer, quienes sufren enfermedades físicas o mentales, los desposeídos, migrantes y tantas otras realidades que requieren cuidado y atención por parte de la sociedad” (Declaración, no.5).

Por este motivo, la participación en una elección es un acto de responsabilidad cívica que requiere reflexión, discernimiento y optar por el bien de todos. Preparémonos, entonces, para cumplir en este día el deber de elegir a aquellos que nuestra conciencia ha discernido que son los mejores para estos cargos.

 

 

+ Fernando Ramos Pérez

Arzobispo de Puerto Montt