La comunidad arquidiocesana de Puerto Montt se reunió para celebrar la Misa de clausura del Año Jubilar, presidida por el Arzobispo de Puerto Montt, Mons. Fernando Ramos, en un ambiente de gratitud, recogimiento y esperanza, marcado además por el tiempo litúrgico de la Navidad.
En su homilía, el Arzobispo recordó que este Año Santo fue convocado por el Papa Francisco como un tiempo especial de gracia para toda la Iglesia, una oportunidad para que los bautizados experimentaran de manera renovada la misericordia de Dios y el gozo de saberse acompañados, amados y sostenidos por Él. Bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”, el Jubileo invitó a los fieles a profundizar en el sentido último de la vida cristiana.






Mons. Ramos señaló que la esperanza se ha vuelto un bien escaso en la sociedad actual, a pesar de los avances tecnológicos, el acceso a la información y el aumento de bienes materiales. Subrayó que la verdadera alegría no nace de la posesión ni del simple bienestar, sino de una satisfacción profunda del corazón, de saberse en el lugar correcto y sostenidos por un sentido auténtico de pertenencia.
El Arzobispo reflexionó también sobre los múltiples signos de desesperanza presentes en el mundo y en el país: los conflictos armados, la inseguridad, las dificultades económicas, el narcotráfico y la corrupción. Frente a estas realidades, afirmó que el Jubileo fue una invitación a redescubrir que la esperanza cristiana no se funda en los logros humanos, sino en la gracia y la misericordia del Señor, única fuente capaz de sostener el anhelo más profundo del ser humano.
Al concluir este Año Santo en el contexto de la Navidad, Mons. Ramos destacó el misterio central de la fe cristiana: Dios mismo se hace cercano, asumiendo la condición humana en la persona de Jesucristo. En el pesebre, señaló, se revela una esperanza concreta y viva, donde el infinito se hace finito y la fragilidad humana es abrazada por el amor de Dios. Desde allí se fundamenta una esperanza que no defrauda.
El Arzobispo agradeció especialmente la vivencia comunitaria del Jubileo en la Arquidiócesis, recordando que durante el año se dispusieron seis templos jubilares, los cuales acogieron a numerosas parroquias, comunidades, colegios y peregrinos. Destacó el testimonio de las comunidades contemplativas, como las Carmelitas y las Adoratrices, quienes expresaron su profunda edificación al ver la fe, la devoción y el cariño de tantos fieles que llegaron en peregrinación a celebrar la reconciliación y la Eucaristía.
Finalmente, Mons. Ramos invitó a vivir esta celebración de cierre como una gran acción de gracias, recordando que la Eucaristía es el momento privilegiado para agradecer a Dios por los dones recibidos. Llamó a proyectar lo vivido durante el Año Jubilar hacia el futuro, renovando el compromiso de ser peregrinos de la esperanza, capaces de compartir con otros la certeza de que el Señor no defrauda y que su amor hace de la Iglesia una verdadera familia de hermanos y hermanas.
Fotografías: Equipo de liturgía catedral de Puerto Montt