Con profunda devoción, comunidades parroquiales de Puerto Montt participaron este 8 de diciembre en la tradicional celebración de la Inmaculada Concepción, una de las festividades marianas más significativas del calendario litúrgico.
Desde muy temprano, numerosos fieles peregrinaron desde distintos sectores de la ciudad para reunirse en el campo de oración ubicado junto a la Casa Nazareth, lugar que cada año acoge este encuentro de fe y de unidad comunitaria. La jornada marcó además el cierre del Mes de María e invitó a la Iglesia local a adentrarse plenamente en el Adviento, tiempo de preparación para la Navidad.
Durante la celebración, el Arzobispo dirigió un mensaje centrado en la figura de la Virgen María, destacándola como “la principal discípula de Jesús, la más fiel testigo del Señor, aquella mujer que realiza de manera perfecta el proyecto de Dios para la humanidad”. Subrayó que la solemnidad de la Inmaculada es para los creyentes “una fiesta de esperanza”, pues al reconocer a María como madre, los fieles pueden depositar a sus pies “sus anhelos, sueños, penas y dolores”, sabiendo que ella comprende profundamente la fragilidad humana y ofrece su consuelo e intercesión en medio de los desafíos de la vida.
El Arzobispo recordó que María, siendo criatura como todos, vivió en absoluta fidelidad a la voluntad de Dios y al discipulado con su Hijo, enseñando así a los creyentes a caminar por los mismos senderos que ella recorrió. “Ella es nuestra madre”, afirmó, invitando a valorar esta fiesta que se expresa con cariño tanto en Puerto Montt como en innumerables santuarios del país y del mundo.
En su mensaje, llamó a vivir esta celebración “con gozo y alegría”, contemplando en María la promesa del futuro al que son convocados quienes buscan ser plenamente fieles al Señor.




