Ya comienza a sentirse el ambiente navideño; al menos el comercio lo hace sentir, pues le interesa que la gente dé inicio a las compras navideñas. Pero también vemos en los lugares públicos signos y colores navideños: árboles de navidad, viejitos pascueros, trineos, renos, etc. Pero ¿qué es la navidad para la gente? ¿qué se celebra? Parecería que fuera solamente una fiesta para dar y recibir regalos. La propuesta consumista, si bien produce alegría en algunos por obtener algo, hace correr el riesgo de vaciar la navidad de su sentido y valor original. Una navidad de muchos objetos que se regalan, pero sin la presencia del Niño Dios nacido en Belén de Judá, al fin de cuentas se transforma en una navidad sin alma, sin sentido, vaciada de todo significado.
Para ayudarnos a entrar en el verdadero espíritu navideño, es decir, el que nos invita a contemplar el nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén, la liturgia de la Iglesia antecede un tiempo de 4 semanas que llamamos adviento. Son 4 semanas que, a través de las lecturas de la Sagrada Escritura en la Misa, nos invitan a prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús.
Adviento, como su nombre lo indica, estimula en nosotros la actitud de esperar algo que está por venir. Esta actitud no se fundamenta en un voluntarismo ingenuo que se impone a sí mismo la obligación de esperar algo nuevo y bueno en un futuro indeterminado. La espera del adviento se fundamenta en la experiencia histórica del anuncio de los profetas, del nacimiento de Jesús en Belén y del triunfo de Cristo sobre la muerte en el patíbulo de la cruz.
De esta forma, adviento nos abre la mirada, por una parte, al acontecimiento humilde del nacimiento de un niño entre los animales en Belén de Judá y, por otra, nos ayuda a mirar hacia el futuro con la esperanza fundada de que, al final de los tiempos, ese niño volverá en gloria y majestad. Adviento tiene la particularidad de unir el pasado con el futuro y el futuro con el pasado. La navidad se proyecta hacia el final de los tiempos y el final de los tiempos se sustenta en la navidad, y entre medio de ambos acontecimientos nos encontramos nosotros viviendo nuestro presente convulsionado, a veces atormentado, lleno de preguntas e incertidumbres. Adviento nos invita a fundar nuestra esperanza en Jesús, el que ha nacido de mujer en Belén y el que vendrá en el futuro. Adviento reafirma nuestra esperanza de trascendencia, la que no podemos conseguir por nuestro esfuerzo, pero que sin embargo se nos regala en cada navidad vivida desde el espíritu de adviento.
+ Fernando Ramos Pérez
Arzobispo de Puerto Montt