Arzobispado de Puerto Montt

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Simón, el pescador de hombres

Que a un pescador le digan que se va a transformar en un pescador de hombres, no es algo común y quizás para un verdadero pescador no tendría mucho sentido. El oficio de pescador es de esos oficios que marcan profundamente a las personas que lo ejercen. No es solamente ir a pescar; se trata de un estilo de vida vinculado al mar y, muchas veces, a la navegación. Realizar la actividad pesquera implica muchas otras cosas. Por eso el pescador genera un estilo de vida que dice relación al modo de ganarse la vida y de enfrentar la fuerza de la naturaleza que a veces se presenta amenazadora y violenta. Así, el pescador está arraigado en su oficio.

 

Hace dos mil años, un pescador llamado Simón, concluyendo una infructuosa noche de trabajo, tuvo un diálogo con una persona que le cambió la vida. Había estado, con sus compañeros de trabajo, pescando toda la noche y no habían pescado nada. Siguiendo las indicaciones de esa persona, tiraron las redes mar adentro y obtuvieron una pesca muy abundante. Ellos se llenaron de temor; Jesús de Nazaret, el que les había exhortado a tirar las redes, los llamó a la calma y a Simón le dijo que se iba a transformar en pescador de hombres. El relato concluye que sacaron las barcas a la orilla y se hicieron discípulos de Jesús (cf. Lc 5,1-11). Más adelante, Jesús cambiará incluso el nombre de Simón para llamarlo Pedro, es decir, la piedra sobre la que edificará su Iglesia (cf. Mt 16,13-20).

De esta forma, Simón cambió de actividad y cambió de nombre. Al seguir a Jesús, se transformó en discípulo y misionero. Tuvo circunstancias en las que se expresó su debilidad, pero siguió adelante en la tarea encomendada. Fue Obispo de Antioquía y después de Roma; murió mártir en la ciudad eterna. Y hasta el día de hoy es recordado en todas partes porque, siendo un sencillo pescador de peces, siguiendo a Jesús se transformó es pescador de hombres. Como tal, su preocupación fueron el Reino de Dios y cómo las personas pueden llegar a ser parte de este Reino.

Tal vez por su sencillez y humanidad es que, en todas las caletas de pescadores de nuestro país, los pescadores de ahora lo recuerdan en este día 29 de junio, día de San Pedro, e imploran su intercesión para que los proteja en su delicado y arriesgado oficio. Salir a pescar es siempre difícil y peligroso. Por eso, los pescadores solicitan la intercesión y cercanía de Pedro porque también quieren escuchar de Jesús las mismas palabras que él escuchó: “¡No temas!”.

 

 

 

+ Fernando Ramos Pérez

Arzobispo de Puerto Montt