Arzobispado de Puerto Montt

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Ven, Señor, no tardes

Un conocido himno de Adviento canta: “Ven, Señor, no tardes/ ven, que te esperamos/ ven, Señor, no tardes/ ven pronto, Señor”. Es un canto que avizora expectante lo que viene, porque anhela y espera un futuro que envuelve la venida del Señor. En efecto, en una semana más estaremos celebrando Navidad, el nacimiento del Niño Dios en el pesebre de Belén. Por eso, cantamos su venida.

“El mundo muere de frío/ el alma perdió el calor/ los hombres no son hermanos/ porque han matado al Amor”. Ante tantas contradicciones que nos toca enfrentar, especialmente en el último tiempo vinculadas a la delincuencia, violencia y desprecio hacia los demás, brota espontáneamente en nuestro corazón la pregunta sobre qué nos ha pasado, qué ha ocurrido para que el temor se haya ido apropiando de nuestro corazón. Parecería que la mirada respetuosa y fraterna entre nosotros, ha ido retrocediendo ante la actitud prepotente y avasalladora, carente de ternura y preocupación por los demás.

“Al mundo le falta vida/ y le falta corazón/ le falta cielo en la tierra/ si no lo riega tu amor”. Lo que en definitiva condiciona nuestra vida no es sólo las circunstancias que nos llegan, sino cómo las vivimos y la forma cómo las enfrentamos desde nuestras opciones, valores y convicciones. Cuando carecemos de conexión con la fuente de la vida y del amor, nuestra propia vida comienza a diluirse en un devenir sin sentido y nuestro corazón no se anima desde el amor, sino más bien desde el egoísmo. La apertura a Dios, fuente de vida y amor, genera en nosotros una forma nueva de ver y experimentar la vida.

Por eso, con este himno cantamos: “Rompa el cielo su silencio/ baje el rocío a la flor/ ven, Señor, no tardes tanto/ ven, Señor”. Es justamente en Navidad cuando se cumple este misterio insondable de la venida de Dios a compartir con la humanidad muchas veces herida y errática. Es cuando el cielo rompe su silencio y comparte con nosotros la verdad de la vida y del amor, para que tengamos plenitud de vida y de amor.

Más allá de las preocupaciones de estos días, de la cena que hay que preparar, de los regalos que hay que comprar, no perdamos la oportunidad de dejarle un espacio importante a quien celebramos en su nacimiento, a Jesús el hijo de María, que es el verdadero enviado del Padre para darnos vida y vida en abundancia. Por eso, con esperanza cantamos “Ven, Señor, no tardes”.